Existen ocasiones en las que una única experiencia, o un cúmulo de ellas, nos impiden vivir como nos gustaría. Este tipo de acontecimientos pueden impedirnos sentirnos satisfechos o poder disfrutar, debido al  malestar y sufrimiento que generan. 

Desde la psicología trabajamos en el estudio de la conducta (observable y no observable) y el impacto de estos acontecimientos, con el fin de comprender y explicar el comportamiento y así poder obtener las estrategias de afrontamiento más adaptativas y que nos permitan una mejor gestión emocional 

¿ Cómo trabajamos? 

Se  realiza una primera fase de evaluación con el objetivo de obtener toda la información necesaria sobre el motivo de consulta. A través de diversos instrumentos como entrevistas, cuestionarios, registros, se indaga acerca de las variables que mantienen el problema y otros elementos que puedan estar ejerciendo influencia en el momento actual. 

Una vez hemos recogido y analizado toda la información se dedica una sesión a compartir con la persona las conclusiones a las que hemos llegado, dándole una explicación de lo que le está sucediendo. Además en esta sesión se establecerán de manera conjunta los objetivos de la intervención y se explicarán las técnicas que se van a emplear para alcanzarlos, esto se conoce como fase de devolución

Tras esto se comenzará la intervención propiamente dicha, donde se emplearán técnicas adaptadas a cada problema, ofreciendo a las personas recursos que les ayuden a obtener nuevas habilidades de afrontamiento y nuevos conocimientos que permitan la resolución o manejo de conflictos. Para este aprendizaje será necesario un entrenamiento por lo que se realizarán tareas entre las sesiones, que generalmente tienen una frecuencia inicial semanal, ampliando cada vez más el espacio entre sesiones a medida que el aprendizaje vaya evolucionando. 

La duración de esta fase dependerá de diferentes factores como son el tipo de problema, el ritmo de cambio, la motivación, la aparición de recaídas, de nuevas situaciones problemáticas etc… 

Una vez se considere que la persona ha integrado los recursos necesarios para manejar el conflicto o que el conflicto se ha resuelto, se pasará a la fase de seguimiento, donde se realizarán visitas puntuales y espaciadas para comprobar que la persona es capaz de mantener estos aprendizajes, generalizarlos a otras áreas integrarlos a su día a día, evitando así las posibles recaídas. 

¿Qué trabajamos? 

Problemas emocionales. 

A lo largo de la vida es normal experimentar emociones desagradables como la tristeza, el miedo o el asco en ocasiones, ya que cada emoción tiene su función y afrontarlas permite que nos desarrollemos a nivel emocional. Sin embargo, existen ocasiones en las que,  bien porque son novedosas o bien porque hay obstáculos que se lo impiden,  las personas no son capaces de enfrentarse a ellas. Esto provoca en ellas un conjunto de reacciones y respuestas que pueden conllevar malestar, como por ejemplo desarrollar miedos irracionales, el aumento de discusiones, problemas de relaciones con los amigos, problemas académicos, dejar de realizar determinadas actividades… 

Todas estas conductas, si se mantienen en el tiempo pueden desembocar en problemas más graves como son ansiedad y/o depresión infantil. 

ANSIEDAD 

La ansiedad está relacionada con la emoción de miedo. El miedo es una de las emociones básicas del ser humano y es normal que aparezca durante todo el desarrollo de la persona. No obstante, en ocasiones es posible que estos miedos sean injustificados, exagerados o persistentes en el tiempo y que pueden llegar a afectar a las diferentes áreas de la persona.  Algunos de los problemas que surgen de la ansiedad son: 

  • Fobias: Miedo desproporcionado ante un estímulo concreto, como pueden ser animales (insectos, perros, pájaros…), entornos naturales (tormentas, agua, alturas…), aspectos relacionados con la salud (sangre, médicos, inyecciones), determinados espacios (ascensores, aviones, sitios cerrados) u otras situaciones (vomitar, ruidos fuertes, oscuridad, payasos…) 
  • Ansiedad por separación: En estos casos el miedo desproporcionado aparece cuando un niño mayor de 3 años tiene que separarse de su figura de referencia (generalmente los padres). Aparecen en el niño preocupaciones sobre la idea de que ellos mismos o sus padres puedan sufrir algún daño o bien ante la idea de que no vuelvan. Como consecuencia es normal que rechacen el hecho de quedarse solos, alejarse demasiado de casa, dormir fuera de casa, que los padres vayan a trabajar etc… 
  • Pánico: Aquí los niños experimentan miedos frecuentes que aparecen sin previo aviso y aunque son de corta duración su intensidad es muy alta. Estos miedos se dan varios días, durante largos periodos de tiempo (meses)y en diversas situaciones, siendo acompañados de sensaciones que le generan al menor alto malestar. 
  • Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC): Se dan preocupaciones frecuentes que producen que el niño lleve a cabo determinadas conductas (aparentemente no relacionadas) y que al realizarlas se reduzca el miedo que los niños experimentan a dichos pensamientos. Estas conductas son muy difíciles de interrumpir y no aparecen de manera puntual, sino que el niño dedica mucho tiempo a realizarlas. 
  • Ansiedad Generalizada: Es común que las personas experimenten preocupaciones excesivas sobre diversos aspectos de la vida. Estas preocupaciones van más allá cuando perduran en el tiempo (meses), se perciben como difíciles de controlar y van acompañadas de sensaciones como inquietud, tensión, fatiga, irritabilidad y causan un deterioro en la vida del niño. 

En todos estos casos, estas preocupaciones suelen ir acompañadas de alguna de las siguientes sensaciones:

  • Quejas repetidas de síntomas físicos (dolor de cabeza, estómago, nauseas).
  • Aumento de activación (del ritmo cardíaco o respiratorio).
  • Agitación.
  • Temblores.
  • Mareos.
  • Inquietud.
  • Fatiga.
  • Dificultades para concentrarse.
  • Irritabilidad.
  • Falta de apetito.
  • Problemas de sueño (por exceso o por defecto).
  • Tensión muscular.
DEPRESIÓN

Contrariamente a lo que se pensaba antiguamente, ahora sabemos que la depresión infantil es similar a la depresión adulta, aunque en un función de la edad podrán destacar más unas características que otras: en la infancia es más común que priven los aspectos motores, mientras que a partir de la adolescencia adquieren mayor relevancia los aspectos cognitivos. 

Algunos de los rasgos de la depresión son los siguientes: 

  • Expresiones de tristeza, soledad, indefensión, mal humor, irritabilidad, hipersensibilidad, negativismo.
  • Reproches hacia uno mismo, idea de incapacidad, fealdad, culpabilidad.
  • Dificultades en relaciones interpersonales, facilidad para las riñas o disputas, hostilidad.
  • Alteraciones de sueño, en el apetito, quejas físicas (dolor de cabeza, abdominal…).
  • Cambios de actitud en la escuela: disminución en el esfuerzo escolar, pérdida de intereses extraescolares, rechazo a ir a la escuela.
  • Socialización disminuida: menor sociabilidad, retraimiento escolar, disminución de intereses sociales.
  • Pérdida de energía habitual.

La aparición de uno o varios de estos signos no determina necesariamente la existencia de depresión, sin embargo es importante estar pendiente de cualquiera de ellos y no pasarlos por alto, ya que producen mucho sufrimiento en la persona que los experimenta. Si tuvieras sospecha de que tu hijo/a está viviendo algo de lo anterior, no dudes en consultarnos. 

Problemas de Conducta

Entendemos la infancia como un periodo clave en el desarrollo del individuo para adquirir pautas que puedan evitar problemas futuros. 

En cada etapa del desarrollo existen una serie de patrones normativos asociados y en los que es común la aparición de conductas disruptivas de manera ocasional, sin que necesariamente afecten al desarrollo del menor. A veces, basta con dar estrategias a los padres que faciliten la aparición de ciertas conductas o la reducción de otras. 

Sin embargo, cuando estas conductas aparecen de manera continuada y con alta frecuencia e intensidad se suelen traducir en dificultades para adaptarse a diferentes contextos sociales como el familiar, escolar etc… 

Sus manifestaciones más comunes son: 

  • Desobediencia.
  • Negativismo.
  • Enfado o irritabilidad.
  • Actitudes desafiantes o vengativas.
  • Arrebatos de impulsividad desproporcionados en intensidad a los eventos provocadores.
  • Oposición a respetar las normas o derechos establecidos por otros.

Si se observa que surgen algunas de estas conductas de una forma más o menos frecuente y que esto está causando problemas en casa, en el colegio u otros contextos desde nuestro centro se propone una evaluación en profundidad para establecer pautas tanto para los padres como para el propio niño, ajustandose a las necesidades de cada caso.

Problemas de sueño

El descanso es de vital importancia en el desarrollo tanto mental como físico de los individuos. No obstante, la hora de ir a dormir no siempre es una tarea fácil. 

Las dificultades para conciliar el sueño pueden tratarte de una etapa dentro de un periodo de cambio (nacimiento de nuevo hermano, una mudanza, divorcio…) o puede ir más allá y consistir en un trastorno del sueño. 

Algunos de los elementos que aparecen en estos problemas son el rechazo a dormir solos, terrores nocturnos, sonambulismo, bruxismo etc… y que se dan durante un tiempo o una intensidad suficiente como para alterar la dinámica personal de quien lo sufre y la dinámica familiar. 

Existen ocasiones en las que los problemas de sueño son una respuesta secundaria a una preocupación o alteración emocional, en otras se debe a la falta de estructura de los hábitos. 

Desde Impulsos nuestro trabajo será identificar si se trata de una consecuencia de una dificultad en algún área del desarrollo o sin se trata de un problema de sueño por sí mismo. Posteriormente se trabajará para recuperar o establecer unas rutinas de sueño adecuadas y recuperar así un descanso que permita un buen desarrollo en todas las áreas.

Problemas de habilidades sociales

La mayor parte del tiempo, nos guste más o menos, lo pasamos relacionándonos con otras personas. Las habilidades sociales son un conjunto de hábitos (comportamientos, pensamientos y emociones) que nos permiten establecer relaciones satisfactorias y de calidad. 

Es importante desarrollar las habilidades necesarias para interactuar socialmente de una manera adecuada, ya que las relaciones sociales son una fuente de bienestar y mejoran la calidad de vida. No obstante, un déficit de estas habilidades puede derivar en un gran malestar y estrés. 

Además, se ha observado que no contar con unas adecuadas habilidades sociales puede provocar emociones de frustración, ira, sentimientos de rechazo… 

 Las dificultades que podemos encontrar en este área pueden ser muy diversas: 

  • Dificultades en la comunicación (verbal y no verbal).
  • Incapacidad para hacer o rechazar peticiones.
  • Intolerancia a las críticas.
  • Incapacidad para hacer o recibir elogios.
  • Dificultades en la resolución de conflictos interpersonales (celos, enfado excesivo, culpabilidad…)

Desde nuestro centro, se propone una intervención centrada en el entrenamiento de determinadas estrategias que permitan una mejor adaptación a los contextos sociales, siendo estas generalmente las siguientes: 

  • Entrenamiento en asertividad: La asertividad se define como una actitud de autoafirmación, que incluye la expresión de nuestros deseos, opiniones o preferencias de forma adecuada, a la vez que se respetan los de los demás. Esto además de facilitar la comunicación minimiza la posibilidad de malinterpretaciones.
  • Fomento de la autoestima: Fomentar una actitud positiva hacia uno mismo a nivel global, reduciendo así el impacto de los juicios externos en nuestro autoconcepto.
  • Fomento de la empatía: Capacidad de entender y respetar sentimientos de otra persona, a través de la escucha activa y la tolerancia de diferencias.
  • Entrenamiento en resolución de conflictos: Ofrecer estrategias que permitan analizar de manera óptima una situación problemática y poner en marcha la mejor alternativa para su resolución.